SABER, ANTES DE NACER

Decía, Platón;

“Lo sabía todo al nacer, pero con el paso del tiempo, lo fui olvidando”.

 

Según la teoría del filósofo, al nacimiento de todo ser humano, se ha de sumar, el conocimiento que se adquiere, precedentemente a la concepción al mundo, del ser.

¿Qué significa esto?;  Antes de que comencemos a ver, oír y/o percibir más sentidos, ya coexistimos en ello. Si no fuera de esta forma, no podríamos percibir los sonidos, ni el dolor, ni lo que vemos. Ese es, el mayor sentido de nuestra existencia.

De ahí proviene al ejemplo, del lazo especial que una madre tiene con su hijo, en el periodo de su embarazo. Si no existiría una percepción del ser que se encuentra en su vientre, no habría vínculo entre los dos. Creería la madre, que lleva un ser fallecido, dentro de sí.

 

Ahora bien; haciendo regresión de nuestros sentidos, si ya los hubiésemos adquirido antes de nacer y nacemos con ellos, quiere decir que los conocemos antes, y después de la concepción. Y si, habiéndolos adquirido, no los olvidáramos, no tendríamos que “recordar” lo que a lo largo de nuestra vida, nos van enseñando.

 

Por lo tanto; la batalla “perdida” de todo ser humano, es la de no saber retener ese discernimiento y la de no poder retrasar o eliminar, una inevitable pérdida de lo que ya se adquiere de por sí. El humano, desperdicia virtudes y aptitudes innatas. Lo que llamamos olvido, ¿No es acaso, una pérdida de conocimiento?

 

En cambio, si tras haberlo adquirido antes de nacer, (como he mencionado anteriormente), lo perdemos cuando nacemos, pero después al usar los sentidos con respecto a estas cosas, recuperamos los conocimientos que ya poseíamos, lo que llamamos “aprender o cultivarse”, ¿no sería rescatar un conocimiento que ya nos pertenece? ¿Y no será acaso correcto llamar a esto “recuperar una pérdida, de algo que ya poseíamos”?

 

En conclusión; todos nacemos conociendo y lo que vamos aprendiendo durante nuestra vida, no es más, que ir recordando lo olvidado. Ese aprendizaje pues, sería causa de una “reminiscencia” de nuestra propia mente.

 

 

Antonio del castillo